martes, 15 de marzo de 2011

La excepción

Se enfundó unos pantalones vaqueros, una sudadera y unas botas y salió de casa. Era su primer día en la cafetería y llegaba media hora antes. No pudo pegar ojo en toda la noche, estaba emocionada. Era la primera vez que se valía por sí sola en una ciudad tan grande y sin apenas conocer a nadie. Cuando entró en la cafetería, Jake estaba sentado en la barra, apuntando los primeros pedidos.
-Hola Jake
-¿Qué hay Laura?
-¿Qué haces?
-Apuntar los primeros pedidos, a la gente se le abre el apetito cada vez más temprano.
-Desde luego, tan solo son las 7.
-Bueno, es lo que tiene. Entra en la cocina, Nick te dirá lo que tienes que hacer hasta que esto se llene un poco.
-Me estoy asustando.
-Aquí no entra gente muy variopinta, no tengas miedo, enseguida conocerás a los clientes por su estómago
-Ah...


Nick salió de la cocina, estaba sudando y con el mismo delantal del día anterior, lleno de manchas de keptchup y grasa. Le lanzó una mirada furtiva a Laura
-Hombre... si esta aquí la pequeña Laurita, mirando el techo y poniéndole ojitos tiernos a un empleado... buen comienzo, si señor
-No señor, yo solo...
-Ella acaba de entrar por esa puerta Nick, ¿porqué no te comportas como un caballero y le dices lo que tiene que hacer?
-Si no fueras mi hijo estarías despedido.
-Si no fueras mi padre no trabajaría en este antro.


Nick soltó una carcajada y le hizo una señal con la cabeza a Laura para que entrara en la cocina. Esa mañana iba a ser agotadora, Laura tenía que encargarse de la plancha en el turno de día, y los clientes no hacían otra cosa que pedir huevos y bacon. En el turno de tarde, limpiaría la cafetería. Era un trabajo bien pagado, asi que no se le ocurrió poner pegas.
Acabó a las 7 y media de trabajar y estaba agotada. Se despidió de Jake y subió a casa a darse un baño, y a cenar algo rápido y acostarse. Sus planes se torcieron cuando alguien llamo a la puerta y pospuso el baño relajante para un par de horas mas tarde.
-¿Quién es?- Laura no quiso abrir, pero de repente escuchó un silbido, una melodía que le recordaba terriblemente familiar. Puso los ojos en blanco y susurró "No me lo puedo creer... cínico"
-Si, Lali, yo también me alegro de oírte. ¿Me abres?
-No me llames Lali. ¿Qué te hace pensar que te voy a abrir la puerta?
-Que esta es mi casa, y si me da la gana te desahucio.
-Esta es mi casa, tú me la regalaste, soy propietaria, ¿Recuerdas aquel papelito amarillo tan insignificante? Si, era el contrato de propiedad.
-Vale, ¿Has acabado ya el discursito de hija despechada? Ábreme la puerta, anda.

Laura, resignada, abrió la puerta y miró al suelo. Su padre se inclinó y le besó la frente, gesto que Laura no acogió con demasiada alegría. Era un tipo alto, de unos 50 años, con el pelo canoso, y unas facciones atractivas. "Está igual que siempre" pensó Laura.
-Me llamó el portero diciendo que alguien se había mudado al piso. Quería comprobar con mis propios ojos que mi Lali estaba hecha una mujercita, tal y como me dijo el pobre hombre.
-Ya lo has visto, ahora largo.
-Lali, Lali, Lali... papá te trae un regalo- Roberto sacó un ramo de rosas blancas de detrás de su espalda. -Tachán- Masculló.
-Vaya, que bonitas...
-Si, las preferidas de tu madre, como ella solía decir "Nunca te...
-Nunca te pincharás con la espina de una rosa blanca, ya lo se, lo oí durante años, cosa que tú no experimentaste.
-Pues debo ser la excepción -Roberto le mostró un dedo a Laura, tenía un pequeño pinchazo en el.
-Siempre fuiste la excepción...
-Lo cierto es que os extrañé mucho.
-No se nota, ni si quiera te dignaste a aparecer por el funeral
-No me informaron de que tu madre había muerto hasta un mes después, no fue mi culpa.
-Roberto, que es lo que quieres exactamente.
-No me llames así Lali, soy tu padre...
-No me llames Lali, soy Laura...
-Está bien cabezona, solo quería pasar a saludar. Estaré un par de meses por la ciudad, cosas de negocios... He visto el antro en el que trabajas, y creeme, puedo ofrecerte un trabajo mejor.
-Tu nunca me quisiste ofrecer una vida mejor, ¿Porqué ahora?
-Porque la vejez te hace darte cuenta de muchas cosas.
-Pues deja de darle vueltas, no quiero nada tuyo. Este piso es mío, yo lo estoy pagando con mi sueldo en la cafetería. La gente es agradable y me pagan bien. No necesito nada más. He venido a Michigan a empezar de cero, y tú precisamente no entras en mi nueva vida. Tu elegiste irte con aquella chica, y yo lo respeto. Ahora respetame tú a mi, y márchate.
-Lali...
-Si aún me quieres un poco, márchate y déjame empezar sola.
-Pero déjame decirte una cosa antes de irme
-Tu dirás
-Tienes mi apoyo incondicional siempre que me necesites.- Roberto agachó la cabeza- Estás muy guapa Lali.
-Eres el único que me llama de esa forma tan ridícula, papá. No me llames Lali, que ya no tengo 5 años...
-Sabes que yo siempre seré la excepción- Sonrió, besó la frente de Laura y cerró la puerta tras su espalda.
Laura se quedó mirando las rosas blancas y acercó la nariz al ramo, perdiéndose en su olor.
-Me da a mí que esto no acaba aquí...

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