domingo, 9 de enero de 2011

La Celestina

Época de exámenes. Los nervios a flor de piel, estrés, susceptibilidad. Cada uno tiene un pensamiento distinto en la cabeza, puede ser un "que sea lo que Dios quiera", "este lo clavo", "que llegue el fin de semana que viene", "me van a desheredar, que asco de notas", "concéntrate y deja de mirar al chico que tienes en frente" "concéntrate y deja de mirar a la chica que tienes en frente"... Estos dos últimos pensamientos rondaban la cabeza de Lucía y Carlos, dos chicos que no se conocían, pero compartían mesa todas las semanas en la biblioteca. Lucía ni si quiera se daba cuenta de que el la miraba, y él no se daba cuenta de que ella también lo hacía.
Un sábado por la tarde Carlos estaba estudiando en la misma mesa de siempre, a la misma hora de siempre. Había algo que turbaba esa situación tan cotidiana, que ella, Lucía, no estaba. -¿Donde estará? ya debería de haber llegado... - Pensó. Derrepente se oyó en la lejanía como alguien andaba rápido, ese sonido plasticoso que tienen las suelas de las converse cuando andas por un suelo pulido, y se sonrió, era ella, seguro. Lucía se sentó frente a Carlos, como siempre, abrió sus libros, se recogió en pelo en una coleta y comenzó a pasar las páginas de una novela sobre la que tenía que trabajar para la clase de literatura "La Celestina". Comenzó a leer, y al poco tiempo ya estaba enfrascada con su lectura, tomando apuntes, subrayando, citando autores y de vez en cuando, miraba a Carlos. Pasadas tres horas decidió salir a fumarse un pitillo y a tomar un zumo en la entrada de la biblioteca. Cuando acabó su cigarro se tomó un chicle de menta, se echó unas gotitas de colonia y entró de nuevo. Conforme entraba ella, él salía, no se dieron ni cuenta, al menos ella no. Cuando regresó a su sitio encontró una nota blanca doblada sobre su libro, se sonrió y la leyó : Lucía, ¿verdad?. Soy Carlos, el chico de enfrente, probablemente no me veas en toda la tarde ya que acabo de cometer la estupidez más grande de mi vida, te he dejado una nota sobre tu libro como si tuviéramos cinco años, en lugar de acercarme a ti y hablarte. Sólo quiero que sepas que estoy aquí enfrente.
Lucía recogió sus cosas y se fue de la biblioteca, ya que quería ahorrarle a Carlos el momento embarazoso que probablemente pasaría cuando el volviera a su sitio.
Carlos entró a la biblioteca y se encontró con que Lucía no estaba allí sentada, y que su misma nota blanca estaba encima de su libro -Mierda, ni siquiera se quedó con la nota, que vergüenza...- Pensó. Cogió la nota y se sonrió al ver que habían palabras que no eran las suyas y leyó: Carlos ¿verdad? y yo solo quiero que sepas que acabé mis exámenes hace una semana, échale imaginación y adivina porqué sigo viniendo todas las tardes, incluyendo un sábado cómo este. Nos vemos mañana.

miércoles, 5 de enero de 2011

Gotta gotta be down

Entrada para todos aquellos que dejan las obligaciones para el último momento.

Llego a casa, son las 15:35, que hambre, dios que hambre. Me preparo lo primero que pillo y como despacio. Me enciendo un pitillo, que ricos saben al terminar de comer, para mí ese pitillo es imperdonable. Una calada, dos, tres... acabo el cigarrillo. Me embobo con la tele, y decido recoger la cocina. Subo a mi habitación, enciendo el tuenti, nada, 180 invitaciones a eventos, nada más. Apago el ordenador y me tumbo en la cama. Me empano con el techo, luego con la pared, luego con un bicho que vuela, lo mato, me desperezo, me pongo de todas las posturas posibles, me fumo un cigarro y me levanto de la cama. Me acerco lentamente a la mochila, la miro con indiferencia, la abro y pienso... -No, no puedo hacerlo- y me vuelvo a tumbar. Se repite el mismo suceso anterior cuando por fin decido sacar un libro de la mochila. Uf... tengo hambre, voy a cenar. Ceno, me empano con la tele, subo, me ducho, me embobo en el agua caliente, salgo de la ducha me embobo en el espejo, me pongo el pijama y digo, a ver que echan en la tele. Veo la serie que ponen ese día y a las 00:00 digo... ostias, el examen de filosofía.

Aprobé!

domingo, 2 de enero de 2011

Desahogo ocasional

Necesito desahogarme pues, así que ahí va.

¿Cómo he podido ser tan sumamente idiota? Esperaba que este verano había sido especial, que lo recordarías todo el año ¿y esto es lo que haces? ¿Quién te crees que soy? ¿Tu paño de lágrimas al que recurres cuando tienes problemas con tu novia? No, no lo soy, no soy de piedra, yo también tengo problemas. ¿Sabes? estoy harta de que siempre que tengas movidas con tu chica o algún problema vengas a mí a contármelo, a que te consuele, a que te aconseje, a que te de una solución rápida, a que te entienda, y cuando yo te digo "Bueno... todo está mal por aquí, hay muchas cosas que no tienen sentido y no se a donde ir" tú me contestas "Bueno... tu no te rayes, ya pasará". Estoy cansada de que me utilices para que luego en esos pequeños detalles no te acuerdes de mi, de que me mientas diciéndome que soy una de tus mejores amigas, de que me quieres. Ya es bastante difícil escuchar como te van de bien las cosas con ella y tener que soportarlo, como para que ahora me hagas esto. Pues una cosa te voy a decir, por mi no vuelvas, no quiero tener que volver a derramar una sola lágrima por ti el día que te vayas, no quiero estar todo el verano parada porque tú estés con tus juegos haciéndome daño. Y no voy a esperar más una cosa que ni siquiera va a llegar. Por mí como si te quedas en Cádiz. ME TIENES HASTA EL CULO. Y con lágrimas en los ojos me despido de ti, imbécil.