Llego a casa, son las 15:35, que hambre, dios que hambre. Me preparo lo primero que pillo y como despacio. Me enciendo un pitillo, que ricos saben al terminar de comer, para mí ese pitillo es imperdonable. Una calada, dos, tres... acabo el cigarrillo. Me embobo con la tele, y decido recoger la cocina. Subo a mi habitación, enciendo el tuenti, nada, 180 invitaciones a eventos, nada más. Apago el ordenador y me tumbo en la cama. Me empano con el techo, luego con la pared, luego con un bicho que vuela, lo mato, me desperezo, me pongo de todas las posturas posibles, me fumo un cigarro y me levanto de la cama. Me acerco lentamente a la mochila, la miro con indiferencia, la abro y pienso... -No, no puedo hacerlo- y me vuelvo a tumbar. Se repite el mismo suceso anterior cuando por fin decido sacar un libro de la mochila. Uf... tengo hambre, voy a cenar. Ceno, me empano con la tele, subo, me ducho, me embobo en el agua caliente, salgo de la ducha me embobo en el espejo, me pongo el pijama y digo, a ver que echan en la tele. Veo la serie que ponen ese día y a las 00:00 digo... ostias, el examen de filosofía.
Aprobé!
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